María de la Fuente Vázquez nos recibe en el edificio del Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS) de Barcelona, donde trabaja actualmente. Tras saludarnos, nos conduce a una sala con una gran mesa central y las paredes llenas de libros, y acerca una de las sillas para estar más cerca de nosotras durante la entrevista.
Nada más comenzar, nos dice que ella no se considera una activista feminista, pese a haber dedicado su vida académica y profesional a la investigación sobre género: ahora mismo, por ejemplo, investiga en el ICPS sobre temas de género y políticas públicas y también forma parte del comité para crear los cursos de formación sobre teoría feminista que imparte todos los años esta institución.
Tras acabar su carrera en filosofía, realizó un posgrado en políticas y dedicó su tesis a la teoría feminista. Además, impulsó el Observatori IQ, que inicialmente era una entidad con vocación de incidencia social sin ánimo de lucro y actualmente se financia como una consultora profesional. En este observatorio se aglutinan estadísticas sobre la situación de las mujeres y los hombres en Cataluña, que intentan paliar el difícil acceso que las administraciones dan a la información sobre las desigualdades, pese a que hacerlo sea obligatorio por ley. Como la creación de este tipo de información es muy complicada, el objetivo del Observatori es difundir mayoritariamente los datos de otras fuentes, y así hacerlos accesibles a todas las personas interesadas.
Es difícil actuar sin un aval de información que respalde que existen desigualdades
En este sentido, y como un ámbito en el que ella está especialmente implicada, la investigadora defiende que a día de hoy “todavía es muy difícil actuar políticamente en relación a la igualdad de género sin un aval de información que respalde que realmente existen desigualdades. De lo contrario, parece que este tema siempre se puede discutir”.
Explica que, aunque ahora ya no lo hace, ella misma ha participado en la rama de género de organizaciones políticas, y está muy interesada en la participación y el papel de la mujer en los partidos. Defiende que en los últimos años, con “la emergencia de la nueva política, con sus problemas y sus partes positivas”, se han posibilitado liderazgos femeninos que han “roto con la norma masculina sobre cómo hay que ser para ser un líder”. Según María, esta situación no podría haberse dado con la fórmula de partidos tradicionales, que, pese a las normativas, las organizaciones internas de mujeres y a hablar frecuentemente de género, mantenían las normas tradicionales de funcionamiento y la exclusión de las mujeres en el liderazgo, “no solo de los mismos partidos, sino en la sociedad en general”.
En relación con la situación actual del feminismo y el futuro del movimiento, y en concreto en el ámbito político, María duda en su respuesta. Especialmente frente a esta cuestión, se nota cómo prefiere mantenerse cauta y no arriesgar a hacer una afirmación concreta. Explica que la historia tiende a generar un bucle en el que “en momentos de crisis, las mujeres emergen como fuertes actoras políticas, pero una vez estabilizada la situación se pierde el terreno ganado”, pero afirma que tiene la esperanza de que “existan barreras que, una vez rotas, ya no se puedan volver a construir”. En concreto se refiere a la presencia de figuras como Manuela Carmena o Ada Colau, “no por sus políticas concretas sino por el modo de ocupar el poder”, que ha legitimado un nuevo rol de líder político en el que las mujeres tenemos cabida.
Por otra parte, considera que aún hay muchos momentos en los que el género de los políticos determina la reacción social a sus acciones, y esto es “otra forma de demostrar las diferencias entre mujeres y hombres que existen actualmente”. Habla, por ejemplo, de Dilma Rousseff, quien fue presidenta de Brasil durante cinco años y medio, y se pregunta si de haber sido un hombre “habrían sido capaces de destituirle por una llamada telefónica”. También se refiere a Hillary Clinton y a su campaña contra Barack Obama en las elecciones de 2008, y a cómo “no fue capaz de mantener su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos, cuando, de haber sido ella un hombre o Obama una mujer, habría sido una historia completamente diferente”.
Por todos estos motivos, María defiende que “es importante comprender lo esencial de la lucha diaria no sólo con el resto de la sociedad, sino también con una misma: la vida de la feminista no es sencilla, está repleta de barreras éticas y de base cultural arraigada”. Sin embargo, se considera afortunada, ya que explica que vive el movimiento desde un punto de vista “privilegiado tanto a nivel de clase como de cultura”, y que hay que “trabajar en crear lazos académicos entre expertas de ámbitos muy diferentes para crear una red que respalde una base sólida de información y conocimiento y que permita avanzar en aspectos tan importantes como la igualdad de derechos en la política nacional e internacional”.
Mar Gámez López
Comments